[cridamenu_catala]
Debat:
POSTMODERNITAT I RAÓ
Participants: Daniel Raventós, Maria Júlia Bertomeu, Edgar Manjarín
Autor: Ana Jorge, el llegat de Toni Domènech.
Data: Dijous 5 de novembre
Ponència: Ana Jorge
El legado de Toni Domènech. De la propaganda como un noble arte
La idea de este texto de homenaje a Antoni Domènech nace de una conversación con el propio Toni, en un contexto lúdico. Estábamos tomando un vino y hablando sobre Angelo D´Orsi, una persona encantadora, profesor de historia del pensamiento político en la Universidad de Turín y brillante gramsciano. Entre elogios, Toni de repente me dijo: ¿Sabes cual es la falla de Angelo? Y añadió a continuación: algo que tú y yo tenemos, la militancia. Nosotros pensamos desde la militancia. Y ahora añado yo, la XI tesis sobre Feuerbach.
Hay una dimensión fundamental en Toni que ha dejado un legado difícilmente cuantificable, valga la expresión: su labor panfletaria (en el sentido sacristaniano del término). O, si usamos sus propias palabras, entonces diremos que Toni era un magnífico propagandista, término que él aplicaba a Marx y a Pablo de Tarso: la capacidad de divulgar ideas y fijar categorías analíticas para la posteridad. Por eso esta reflexión política, nacida desde la militancia, pretende ser un complemento de la brillante intervención de M. Julia Bertomeu en el homenaje del año pasado con un título similar a éste.
Y ese es el sentido de esta reflexión, no solo en el contenido, sino también en el tono por el que he optado para hacerla. Un tono que pretende, modestamente, que la vida, el amor por la vida de Toni, esa vitalidad contagiosa que desprendía a raudales, se atisbe al menos. Toni Domènech influyó a través de sus textos, de sus innumerables charlas y, por supuesto, de Sin Permiso en la formación política de jóvenes militantes que encontraron en su magisterio herramientas para pensar el mundo con el objetivo de transformarlo.
Estoy convencida de que la clave de su eficacia en su, digamos, dimensión de divulgador y formador político, era esa combinación de rigor intelectual y contagiosa y entusiasta espontaneidad. Esto se puede comprobar en las tres conferencias que impartió en Buenos Aires en la Facultad de Ciencias Sociales en mayo de 2009 bajo el título La tradición socialista y el pensamiento republicano y que Sociedad Futura ha transcrito de forma literal, permitiéndote de alguna manera estar en ese aula, casi escuchar su voz. Los autores manifiestan que a pesar de no estar corregido por el propio autor, esperan «que este material sirva para la buena formación político militante de nuestra generación y las próximas».
Estas conferencias trazan un recorrido sobre uno de los focos principales de su atención y que tanta importancia cobra en su pensamiento: la idea de democracia, pero no solo la idea, sino la revisión histórica de la plasmación concreta de esta idea. La democracia como la entendía Pericles, como la reflejo Aristóteles, entendida en el sentido del gobierno de un demos, que en una traducción rigurosa vendría a incorporar al conjunto de personas que «trabajan con sus manos», o dicho de otra forma: los que viven de su trabajo. La forma en como traza, no solo la idea de la democracia, sino la historia de esta, es sencillamente genial. Construye, como ya lo había hecho Canfora, una génesis que parte de la antigua democracia ateniense, y aquí quiero hacer un inciso. A pesar de las discrepancias que en los últimos años mantuvieron, Toni siempre consideró a Luciano Canfora un hombre serio y cabal. Y fueron muchas las cosas que los unían, entre otras, la formación como helenistas de ambos, lo que les permitió un acceso no mediado a los textos conservados —incluso de los autores que en aquel tiempo fueron sus enemigos— y, por tanto, sus análisis sobre la democracia ática son infinitamente más rigurosos que la inmensa mayoría de los que se han hecho a lo largo de los siglos. Y descubre, y te convence, de que Aristóteles sigue siendo un pensador vivo para ayudarnos a comprender, no solo la historia de las ideas, e incluso la historia en su conjunto, sino el mundo actual, comprenderlo para transformarlo, en la medida que seamos capaces de ver lo que sigue estando vivo en lo que pensamos, y hacemos, del viejo Aristóteles. Toni Domènech rastrea la pervivencia de esta idea a través de los siglos —nunca muerta, aunque durante muchos siglos irrealizada— hasta su plasmación en la Revolución francesa. Aquí enlaza con el pensamiento, reflejado en sus discursos, pero también en su acción política, de Robespierre (y Marat, no nos olvidamos de Marat) y desgrana en qué medida estos acontecimientos políticos, y el pensamiento que los inspiraba, fueron muchísimo más importantes como verdadero antecedente para el pensamiento político de Carlos Marx e incluso para el conjunto de la I Internacional que, como muchos han sostenido, los socialistas utópicos.
Este aporte tiene una trascendencia de un valor incalculable para muchos militantes que se han acercado a la obra de Toni buscando una formación que les ayudara a entender el mundo, nuestra propia tradición socialista, desde Marx y al servicio de la transformación social. Entender que el pensamiento de Marx no nace exclusivamente de los pensadores «canónicos», digámoslo así, sino también que bebe de otras muchas fuentes, y que Pericles, Espartaco o Robespierre por concentrar en hombres concretos las acciones humanas de los que pelearon, con más o menos éxito, por la emancipación de los que viven con permiso, son tan importantes en la conformación de su pensamiento y de su actividad como revolucionario que filósofos y pensadores que le antecedieron y cuya producción tan bien conocía Marx y que tuvieron influencia sobre su obra.
Y ésta es una de sus grandes aportaciones: trazar una genealogía verdaderamente emancipadora y a la luz de ella analizar nuevamente acontecimientos históricos, muchas veces torticeramente sesgados, y reformular categorías que habían sido distorsionadas. Y esta gran aportación tiene un reflejo mucho mayor, a mi modesto entender, en los que piensan desde la militancia que en el mundo académico. La recuperación para el socialismo de la Revolución francesa, la primera, a la que puso fin el golpe de estado de Termidor, es, en el ámbito de la militancia, sobre todo un logro de ese Toni propagandista.
El «rescate» de la democracia y un ejercicio implacable de separar el grano de la paja para apartar las excrecencias escolásticas en las formulaciones marxianas, así como mostrar en que medida hemos «comprado» una reformulación reaccionaria de la misma, posee una cualidad didáctica incuestionable, y por tanto supone la recuperación del verdadero sentido y origen histórico del pensamiento democrático. Esto constituye una herramienta política de primer nivel.
Resulta también enormemente interesante su revisión y contextualización histórica de los derechos de Libertad, Igualdad y Fraternidad. El ejercicio pedagógico de explicar el contexto histórico y las bases filosóficas y políticas de estos tres derechos seminales que son la matriz de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En un documental para RTVE, que yo sigo proyectando en clase, explica de forma muy sencilla, pero no por eso menos profunda, el encadenado de estas tres categorías. No me resisto a dejar de explicarlo por la brillantez de la síntesis. La libertad entendida como la capacidad del demos de actuar en el espacio publico en un ejercicio de limitación del poder absoluto del monarca y la igualdad como reciprocidad en la libertad, una categorización eminentemente jurídica de reconocimiento de esa reciprocidad que se amplia al conjunto de ese demos, a los que trabajan con sus manos, mediante la fraternidad, pues ésta surgía de la autoorganizacion de los excluidos en inicio, la inmensa mayoría de la población, de la posibilidad del ejercicio de la libertad y de la igualdad. De ahí la radicalidad profunda del significado de una declaración que lleva como adjetivo su cualificación de universal. Y de esta fraternidad así entendida nace el pensamiento revolucionario, aunque también el reformista radical, que alumbra el pensamiento de Marx.
La democracia no es pues un adversario del socialismo, sino que constituye el corazón desde el que surge, y la Declaración Universal de DDHH es, por consiguiente, una respuesta al triunfo militar sobre el fascismo y el nazismo, entendidos estos como la más virulenta agresión a la democracia hasta el punto de provocar una gran crisis civilizatoria. Esa capacidad de situar a la filosofía política en el contexto histórico en el que surge y mostrarnos su imbricación en los procesos históricos concretos nace de la misma preocupación, y con los mismos objetivos, que guiaron el trabajo de Marx. Por decirlo desde la orilla de la militancia: comprender el mundo y no solo en el que vivimos, sino también el camino que nos ha traído hasta aquí, para poder transformarlo.
Creo que es necesario también dejar constancia de las preocupaciones de Antoni Domènech por dos temas que él consideraba claves en la agenda política actual: el feminismo y la ecología. El feminismo que él leía desde la universalización de los derechos y, por tanto, desde la radicalización republicana. Entendiendo que las limitaciones históricas a esta universalización, la exclusión de los sujetos subalternos por razones de sexo, raza, etcétera, venían de la mano de una lectura sesgada que se apartaba de la verdadera matriz del pensamiento emancipador. Toni leía atentamente los textos que han conformado muchos de los debates feministas, y se pronunciaba vehementemente, como hacía siempre, sobre ellos. Debatía también con las activistas y se mostraba sumamente interesado por la corriente ecofeminista en su versión más militante y menos académica, encarnada entre otras por Yayo Herrero.
Su interés por los efectos destructores de la actividad económica sobre nuestro planeta y la necesidad de una acción política alejada del estéril debate académico quedan reflejados por ejemplo en dos textos que no me resisto a dejar de citar, precisamente porque esa preocupación viene ligada a la necesidad de un pensamiento para la acción y porque tanto el formato como el lenguaje se salen de ese molde académico. Estos textos fueron publicados por Sin Permiso y son «El Diálogo de Pedro y Satanás en el Infierno sobre el “caso Marx”», donde el carácter de divertimento muestra claramente su vocación pedagógica, y el «Prólogo a Mike Davis», del hoy muy tristemente actual El monstruo llama a nuestra puerta, en edición de Viejo Topo y traducción de M. Julia Bertomeu.
Para terminar me voy a adentrar en uno de sus intereses intelectuales de los últimos tiempos sobre el que tuve la ocasión de debatir con él profundamente. Y quiero hacerlo de la manera menos abstracta posible, enlazándolo con el contexto que propició ese debate.
En un homenaje celebrado en Málaga al entonces recientemente fallecido Paco Fernández Buey él opta por glosar, de su extensa producción, el opúsculo de este sobre la controversia entre Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de Las Casas. Este homenaje, aunque realizado en el ámbito universitario, poseía una dimensión militante indudable, e intentaba poner de relieve la interconexión de esas dos facetas en la vida y la obra de Paco Fernández Buey. Así lo reflejó Toni en su exposición.
Para situarnos es necesario precisar que el concepto de modernidad tal como es usado por muchos, incluso anteponiendo el sustantivo determinado de «proyecto», a Toni le parecía una solemne tontería. La modernidad, me dijo muchas veces, es todo lo más un tiempo histórico convencionalmente acotado, en el que están presentes siempre, con más o menos fuerza, la corriente emancipadora y la reaccionaria. Si le interesaba tanto ese texto es porque esa controversia podría considerarse, dado el contexto, como uno de sus primeros productos. Porque el pensamiento de Sepúlveda se rastrea en el devenir posterior del pensamiento reaccionario así como De las Casas está presente en la corriente emancipadora. Reflexionaba incluso sobre como la influencia del pensamiento de De las Casas está presente en Robespierre y en Marx, bien directamente o a través de personas cercanas en su entorno intelectual, y valoraba la reflexión de Fernández Buey sobre la alteridad cultural, el reconocimiento del otro como contrapunto a la deshumanización del diferente y por tanto subalterno y al hilo del choque cultural, en el que nace esta controversia, las diferentes versiones del relativismo cultural que este choque propició.
En la premisa de su texto, Paco Fernández Buey explica la naturaleza política de sus preocupaciones en torno a esa controversia y formula una serie de preguntas sobre la misma. Quiero dejarlas aquí reflejadas, porque esas preguntas fueron objeto de reflexión para Antoni Domènech y porque, de alguna manera, a ellas intentó responder desde su actividad como el noble propagandista que era.
¿Puede el estudio de la percepción de la alteridad cultural en el caso de un choque tan intenso como el que enfrentó a europeos y amerindios ser útil para analizar problemas de nepantlismo (León-Portilla, 1976) que se dan en el presente? ¿Puede alguna de las versiones del relativismo cultural que fueron formuladas a partir del debate filosófico, teológico y jurídico del siglo XVI valer todavía para entender comportamientos culturalmente contradictorios en una época caracterizada por la mundialización del mercado, la mercantilización universal, las grandes migraciones y la crisis, ya muy patente, del estado-nación? ¿Es posible derivar del debate europeo sobre los indios americanos un concepto de tolerancia todavía aceptable en estos nuevos tiempos de xenofobia y de reafirmación del racismo en la Europa central y del sur?
Dejo aquí mi intervención, consciente de que este es un Antoni Domènech un tanto excéntrico con respecto a lecturas más académicas y que tiene mucho del Toni que yo conocí y traté. Nuestras conversaciones siempre partieron de la militancia y tuvieron un componente de complicidad en torno a gustos y pasiones compartidas, en su forma de entender lo que era vivir, e intentar hacerlo sin permiso.